Maxi Kiosco

El sol apenas asomaba sobre los techos del barrio cuando Mariela levantó la persiana del local por primera vez.

— ¡Esto es real, Lore! Hoy abrimos. — dijo mientras se ajustaba la remera con el logo del nuevo emprendimiento: “Kiosco La Esquina”.
Lorena entró con dos termos de mate y una sonrisa de oreja a oreja.
— Nos costó, pero acá estamos. Que se preparen las golosinas.

Un camión estacionó justo en la puerta. Era el primer proveedor, Don José, un mayorista que traía el primer envío de mercadería.
— Buen día, chicas. Acá traigo lo que pidieron: 10 cajas de gomitas, alfajores, galletitas, algunas latas de cerveza y la tanda de cigarrillos.
— ¿Y las papas y las gaseosas? — preguntó Mariela.
— Están en el segundo viaje, en camino. Tranquilas, que hoy arrancan con todo.

Mientras descargaban los paquetes, Lorena revisaba la lista con entusiasmo:
— Che, qué emoción ver todo esto junto. Mirá, los Tita, los Bon o Bon, los Jorgito… Esto es parte de nuestra infancia.

Don José, con tono cómplice, agregó:
— Les recomiendo agregar algo de hielo, tarjetas prepagas, y si pueden, una heladerita con helados. Todo eso garpa en esta zona.
— Anotado. La idea es sumar también bizcochitos y sandwichitos caseros para la gente que sale de la vecinal. — respondió Mariela.

Cerca del mediodía, el kiosco estaba listo. El cartel de apertura colgaba con orgullo, y los primeros vecinos comenzaron a asomarse.
— Vamos a hacer historia en este barrio, Lore.
— O por lo menos, ¡vamos a vender muchas gomitas!

Lorena, siempre la más organizada, revisaba la disposición de las golosinas en las estanterías. 
—  A ver, Maru, ¿los chocolates están bien visibles? Acordate que a los chicos les entran por los ojos.

Mariela, con una sonrisa que le iluminaba la cara, terminaba de acomodar las botellas en la heladera: 
—  ¡Claro que sí! Y las gaseosas bien frías, como nos pidió Don Osvaldo de la vecinal ayer. Dice que después de las reuniones siempre les da sed.

Un golpe en la puerta las sobresaltó. Era un joven con una caja repleta de paquetes de cigarrillos. 
—  ¡Buen día! Les traigo el pedido de Tabacalera del Litoral.

Lorena revisó la remisión con atención. 
—  Todo en orden, gracias. ¿Tienen novedades de las marcas más baratas?

El proveedor sonrió. 
—  Están llegando la semana que viene, justo para el fin de mes. Se van a vender como pan caliente, ¡ya verán!

Tras un breve intercambio sobre las expectativas del negocio, el proveedor se despidió deseándoles suerte.

Mientras terminaban los últimos detalles, Mariela suspiró con una mezcla de nerviosismo y emoción. 
—  ¿Te acordás cuando soñábamos con esto, Lu? ¡Y ahora es real!

Lorena le devolvió la sonrisa. 
—  Sí, y este es solo el comienzo. Con trabajo duro y buena onda, este Empalme va a ser el kiosco preferido de todo el barrio.